No te puedo tocar, pero te siento,
no te he podido ver y te memoro;
y compartes mis ratos cuando lloro,
pues toda vida tiene su momento.
Participas en todo testamento,
cuando empiezan y logran un tesoro;
no te compran con nada ni con oro,
retenerte sucede sólo en cuento.
Rápido vas, cual ráfaga de viento,
cual fiesta brava, sin indulto el toro;
en ratos de agonía, pasas lento.
Diligente, muriendo con decoro,
eres el porvenir, nuestro sustento:
inmortal, yo te advierto: no te ignoro.
