En la selva urbana que resido,
en la sombra de un ébano me acojo;
es un ébano hecho mujer que habla a mi oído,
ven, hazme el amor… todo a tu antojo.
En la espesura de su negra cabellera,
se entrelazaron mis dedos y al oído;
le dije que era bella y traicionera
pues me privó por completo del sentido.
Saboreando su rocío matutino
y abrigado en el follaje de sus brazos,
en su savia se escurre mi destino
y su fruto alimenta mis ocasos.
